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Más de 200 monumentos arqueológicos preincas, de hasta 900 años de antigüedad, se hallan en peligro de desaparecer ante el auge de la construcción en Lima y el caótico crecimiento urbano de la capital del Perú, de ocho millones de habitantes.

La mayoría de estos monumentos fueron sepulcros de jerarcas indígenas que se conocen popularmente como 'Huacas', voz quechua que en español significa 'Dios de la casa', donde se guardaban además objetos de valor.

El riesgo de deterioro que corren crece por el estado de semiabandono en que se hallan algunas, ante la escasez de recursos financieros de las autoridades peruanas para mantenerlas en buen estado.

Ese crecimiento ocasionó escenas paradójicas, donde se ven nuevos edificios de vivienda al lado de huacas, quebrando la armonía entre esos monumentos de forma piramidal y la arquitectura de una ciudad que crece en forma vertical.

Uno de los casos más emblemáticos es el litigio legal entre el municipio de Lima y la universidad de San Marcos por la construcción de un paso a nivel en una avenida, lo que afectaría una huaca situada en la casa de estudios. "El caso San Marcos revela un problema cultural más serio: las autoridades municipales saben muy poco de la arqueología de Lima y por ello quieren arrasar con las huacas", dijo a la AFP el historiador Luis Millones.

"Todo lo que había los peruanos lo hemos destrozado con el crecimiento de la ciudad, algo que no hicieron los (conquistadores) españoles (entre los siglos XVI-XIX). Hagamos el futuro respetando el pasado", instó Millones. "Perú debería hacer como México para preservar su patrimonio histórico, que en su capital construyó el metro al lado del Templo Mayor. Eso se hace con voluntad política", destacó el conocido historiador e investigador.

El auge de la construcción se inscribe en un contexto de crecimiento sostenible de Perú (8,9% en 2007), que en 2008 liderará la expansión en América Latina con un crecimiento proyectado del 8,3% según un informe de la Cepal.

Durante décadas, las huacas fueron refugio de drogadictos, delincuentes y depredadores de tesoros hasta la década pasada, cuando las autoridades empezaron a recuperarlas fomentando excavaciones para su reconstrucción.

Lo evidente hoy es que la fiebre constructora está modificando el paisaje urbano y llevándose parte de la identidad peruana bajo tierra. "No se puede renunciar al pasado. Es triste lo que ocurre cuando se pone en riesgo edificaciones del pasado, como las huacas", insistió Millones.

En Lima existen alrededor de 250 huacas, muchas de las cuales a simple vista lucen abandonadas. El área aproximada de cada una es de más de 10.000 metros cuadrados. Algunas huacas están en buen estado y conviven con restoranes de comida típica peruana, como la huaca Pucllana, en el barrio residencial de Miraflores, donde los turistas pueden recorrerla.

Otras, como la huaca Garagay luce una torre de alta tensión de energía eléctrica sobre sus faldas y ha sido invadida por pobladores desesperados en busca de terrenos para su casa propia.

En la huaca Mateo Salade, incluso los terrenos son aprovechados por talleres informales de mecánicos de automóviles a vista de todo el mundo ante la impotencia de las autoridades a pesar de los esfuerzos por reconstruirla. Esta huaca lleva el nombre de un inmigrante francés de mediados del siglo XVI, Mateo Salade, quien se convirtió en el más famoso habitante de este lugar, según el Instituto Nacional de Cultura.

La gran huaca de Lima fue Pachacámac, templo mayor de la costa central, en la periferia sur de la capital, que se conserva en buen estado.

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